He detenido el vuelo de las aves,
el canto de los pájaros
para cantar la gloria de Dios en tu cintura,
tu torso receptivo de claridad a oscuras,
boxeador diminuto entre mis brazos.
Por ti
me convierto en amor varias veces al día.
Amo tu cuerpo simple y masculino.
Vámonos al combate de los muchos asaltos.
He leído el tratado geométrico de Euclides
antes de acariciarte. Sólo quiero que estemos
las próximas diez horas
perfectamente interconectados.
De madrugada llego a tu garganta.
El lugar de tu lengua, yo lo tomo.
y aunque ahora podría erigirme en un nuevo
portavoz de la joven poesía en llamas,
prefiero ser el hombre que es capaz del silencio,
y así, con los residuos más pobres del lenguaje
celebro la presencia de tu cuerpo en mi vida.