Si de mi amor no puedo hablar
-hablar de tus cabellos, de tus labios, de tus ojos-,
sin embargo tu rostro que llevo dentro de mi alma,
el sonido de tu voz en mi cabeza,
los días de septiembre en que desperté de mi sueño,
hechos uno con mis palabras, estan y dan color
a cada tema que afronto o a cada idea que expreso.
Diciembre 1903
oculto en los altos de una taberna equívoca.
Desde la ventana se veía la calleja,
sucia y estrecha. Desde abajo
llegaban las voces de algunos obreros
que jugaban a las cartas y que se divertían.
Y allí en la cama humilde, ordinaria
poseí el cuerpo del amor, poseí los labios
voluptuosos y rojos de la embriaguez -
rojos de tal embriaguez, que también ahora
cuando escribo, ¡después de tantos años!,
en mi casa solitaria, me embriago nuevamente.
Una noche.