Sémele, filla del rei Cadmo de Tebas, mare de Dionís- Baco.

Es aquest blog sobre pintura i escultura. Però… mitològica, pagana. És un món antic, clàssic, fantàstic, personal en el que vos vull endinsar fins on arriben els límits de la imaginació i contemporitzar-lo. És un espai per compartir amb vosaltres imatges bellíssimes del cos humà, perquè així ho feien els grecs.


dissabte, 26 de juliol del 2014

Himne òrfic a Dionysus

Himne òrfic a Dionysus. Oli sobre fusta. 120x 80. Sémele. juliol del 2013.

Jo dic, Déu fort ets i diví, flòrid i gai, de pell brillant, d’ulls foscos , temptador de cos, furiós inspirador, portador boig de l’èxtasi, inefable, rural, amb heura coronat, portador de la vinya, immortal, escolta la meva veu suplicant; escolta  el meu plany místic, envolta’m amb el teu ball  per a gaudir de l’orgia salvatge i nocturna. Vinga, desperta l'alegria sagrada de la teva joventut perpetua, balla enèrgicament, saltant amb la lleugeresa  dels peus,  per l’arbreda  fes-me teu amb el deliri de la carn, de la sang, dels himnes.



El credo órfico propone una innovadora interpretación del ser humano, como compuesto de un cuerpo y un alma, un alma indestructible que sobrevive y recibe premios o castigos más allá de la muerte. El cuerpo es un mero vestido, un habitáculo temporal para el alma, que en la muerte se desprende de esa envoltura terrenal y va al más allá  hasta lograr su purificación definitiva y reintegrarse en el ámbito divino.
Para expresar su credo, los órficos recurren a una mitología de temas muy definidos. El mito dionisíaco tiene una significación muy especial y importante pues explica el carácter transitorio de la vida humana. Para los órficos el alma debe purgar un crimen titánico. Según este mito, los antiguos Titanes, bestiales y soberbios, mataron al pequeño Dioniso, hijo de Zeus y Perséfone, atrayendo al niño con brillantes juguetes a una trampa. Lo mataron, lo descuartizaron, lo cocieron y lo devoraron. Zeus los castigó fulminándolos con su rayo (sólo el corazón del dios quedó a salvo, y de él resucitó entero de nuevo el hijo de Zeus). De la mezcla de las cenizas de los abrasados Titanes y la tierra surgieron luego los seres humanos, que albergan en su interior un componente titánico y otro dionísiaco. Nacen, pues, cargados con la bestialidad de los Titanes y la culpa por la muerte del pequeño Dios y la inocencia divina del niño Dionysus,  deberan purificarse por ello en esta vida, de modo que, al final de la existencia, el alma, liberada del cuerpo, pueda reintegrarse al mundo divino del que procede.