Sémele, filla del rei Cadmo de Tebas, mare de Dionís- Baco.

Es aquest blog sobre pintura i escultura. Però… mitològica, pagana. És un món antic, clàssic, fantàstic, personal en el que vos vull endinsar fins on arriben els límits de la imaginació i contemporitzar-lo. És un espai per compartir amb vosaltres imatges bellíssimes del cos humà, perquè així ho feien els grecs.


dimarts, 20 de març del 2012

Les grans Dionisies d'Atenes




Cuando observamos una puesta de sol o el amanecer ante el océano o en la montaña, rozamos la belleza de lo que es eterno; por unos minutos quedamos locos, fuera de nosotros desde el punto de vista de lo cotidiano, y entendemos que hay una corriente de vida –esencia de Dionisos– sobre la materia, que se expresa en forma de ciclos. Es la continua danza de la vida. Este era el sentido profundo de esas danzas y fiestas dionisíacas: rozar lo eterno, lo que perdura a través de los ciclos de la materia, durante unas horas, para luego volver a sumergirse en lo cotidiano renovados, habiendo rozado lo eterno a través de lo múltiple. Por este motivo, Dionisos, en una clave, es el dios del vino. Por la capacidad embriagadora de esta bebida que hace salir de lo cotidiano y entrar en otro estado de conciencia.





Las Grandes Dionisias de Atenas eran, sin duda, las más importantes celebraciones que, en honor a Dionisos, se realizaban en todo el ámbito griego. Duraban varios días, pero ahora no podríamos establecer una cronología exacta del desarrollo de los diversos actos. Se sabe que la imagen de Dionisos era conducida procesionalmente hasta un templo vecino a la Academia, y luego devuelta al teatro. En ese desfile participaban hombres y mujeres, incluso jovencitas. Al frente marchaban los sacerdotes del dios y los coregos, así como los magistrados de la ciudad. Detrás de ellos formaban un grupo de jóvenes atenienses armados (los efebos, pertenecientes a una escuela militar preparatoria, la efebia, adonde se ingresaba a los dieciocho años) y que constituían la guardia de la estatua. Todos los adeptos iban coronados de pámpanos y algunos de ellos llevaban cráteras de vino. Detrás de los iniciados y de la imagen del dios marchaban las canéfonas (o cistóforas), doncellas que conducían canastillos con frutas y culebras atadas. A las canéforas seguían hombres disfrazados de sátiros, silenos y panes. Las canéforas eran doncellas que conducían las garrafas para las libaciones. Más tarde, se sumaron a los citados unos sacerdotes llamados falóforos, que conducían un gran falo y entonaban las estrofas llamadas fálicas; y los italóforos, que vestidos de mujer, de blanco, imitaban el andar de los borrachos. La procesión se cerraba con el licnón o aventador. El gentío regresaba por la noche, a la luz de las teas.