Sémele, filla del rei Cadmo de Tebas, mare de Dionís- Baco.

Es aquest blog sobre pintura i escultura. Però… mitològica, pagana. És un món antic, clàssic, fantàstic, personal en el que vos vull endinsar fins on arriben els límits de la imaginació i contemporitzar-lo. És un espai per compartir amb vosaltres imatges bellíssimes del cos humà, perquè així ho feien els grecs.


diumenge, 1 de juny del 2014

Profecía de tu piel maravillosa


Aunque nada sostiene la esperanza que canto
yo sumo aquí las sílabas del amor que te tengo
casi a tientas y pido que su fuego y su música
prendan el ruiseñor prisionero en tu torso.

Creo en un día soleado, mi esperanza lo siente
o lo quiere o lo teme o muere porque sea
cercano al fin sencillo como el puño de un niño.
Creo en el día luminoso en el que tú te rindas.

Podré atenerme entonces a tu piel verdadera.

Serás tú convertido en materia dulcísima.
Serás tú bajo forma de la forma preciosa
de tu cuerpo, en especie de sol y de hermosura.
Serás los treinta y siete grados maravillosos
que tu temperatura imprimirá en mis labios 
y tu cuerpo será la mejor certidumbre. 

Tú lo curarás todo, todo lo harás volverse
ceguera y luz de amor en la memoria nueva.
Las tardes solitarias, la verdad de las lágrimas
serán tan sólo suma de amor deslumbradora.

Fulgurará tu peso sobre mí repartido
miembro a miembro sellándome con tu forma adorada,
y el esplendor que irradian todas tus proporciones
traspasará los límites de mi piel hasta hacerme
hermano para siempre de la hermosura tuya.

En tu gemir rendido y en tu animal furioso
me será revelada la luz de tu persona.
Tu forma de abrazarme y el modo de tus besos
darán sentido al nombre que te dieron tus padres. 
Y yo que no soy nada probaré la ternura
que tienes cuando entregas tu ejército vencido.

Pero antes, antes, antes, abriendo, inaugurando
más bello y silencioso que los amaneceres 
de la historia del mundo, no sé de qué manera
tú me dirás que sí y me darán tus ojos
la entrada, y lo que era a fuerza de soñarte
pelo tuyo, ojos tuyos, ojalá que no haya
nada tras el instante en el que tú te entregues.
No prosiga la vida su tejido confuso.

Entonces será dulce temblar ante tu piel
y morir, y acercarme, y sentir solamente
esa extensión suave de Dios entre mis manos.


Juan Antonio González Iglesias.